Nuestra concepción de la Tierra mineral como un ser muerto sobre el que habitan seres vivos es algo relativamente reciente, de muy pocos siglos. En la medida en que se fue desarrollando el (evolutivamente necesario) pensamiento intelectual de los siglos XVI, XVIII en adelante, en esa misma medida “se nos fue muriendo la Tierra”, es decir, nuestra concepción de la Tierra pasó a ser la de una roca, dotada de hidrosfera y atmósfera, sobre la que, por alguna especie de azar brotó la vida, o donde ésta se posó y fue desarrollándose.
En la medida en que dejamos de tener en cuenta la Tierra como organismo, en esa misma medida la hemos ido explotando de una manera irresponsable y depredadora. Los desastrosos efectos que eso ha ido produciendo han alcanzado tal escala que nos ha llevado a despertar la conciencia de que el sistema orgánico que habita sobre la Tierra, incluyendo la atmósfera, es un sistema viviente que hay que tratar como tal. Así ha surgido conciencia ecológica. El concepto de la Tierra como un ecosistema que hay que cuidar y proteger. Hoy se habla tanto de la Tierra como ser vivo que se ha convertido en una especie de bandera de activismo global (necesario, por cierto). Pero a causa del paradigma que todavía nos domina, de que la Tierra se formó por procesos geológicos mecánicos, plutónicos, etc., que luego se fue enfriando, y que al cabo de un tiempo se hizo idónea para albergar la vida, es decir que primero fue lo muerto, y después se le incorporó lo vivo, nos lleva a hacernos una nueva pregunta que casi nadie suele hacerse:
Veamos un ser vivo, por ejemplo, un caracol, una ostra, y todas las especies de invertebrados dotados de exoesqueleto o caparazón, y también el endoesqueleto de los vertebrados, incluidos nosotros los humanos. Y me hago la pregunta: ¿Existió primero el esqueleto sobre el que luego se fueron posando y desarrollando los diversos órganos, tejidos y sistemas del organismo? En los seres vivos, la respuesta es clara: antes de que se endureciera, el esqueleto (y/o caparazón, según sea el caso) era algo fluido, (igual como sucede con la madera en las plantas), era algo impregnado de una exuberante vida que, que dentro de la necesidad de la idea global del organismo tuvo que endurecerse para cumplir las funciones de soporte, protección, etc., etc.
¿Qué es el mundo de las rocas? Y podríamos preguntarnos además: si la Tierra es un ser vivo complejo, ¿no podría ser que su parte mineral constituya precisamente su esqueleto, es decir, algo que ya desde el principio era algo vivo que, posteriormente tuvo que pasar por un proceso de endurecimiento y muerte? Si la Tierra es un ser vivo, tiene que tener varios procesos de brotación, desarrollo, floración, fructificación, despliegue, procesos de enfermedad y de recuperación, marchitamiento, envejecimiento, etc.
MLM
El presente escrito nos ofrece una primera aproximación, posteriormente ampliada y profundizada por autores como Walther Cloos, Helmut Knauer, Dankmar Bosse, Rudolf Rissmann, Friedrich Benesch, entre otros.
Este título se complementa muy bien con el título de Walther Cloos, la Tierra Viviente, y el de Rudolf Steiner, El espíritu en la naturaleza, dentro de esta misma serie.