El espíritu en la naturaleza

El presente escrito equivale a una declaración de intenciones que podríamos titular: “Los Universales en acción” o el “Antiazar”.

La naturaleza no es algo producido por el azar. En realidad, la naturaleza es el último estado de precipitación progresiva del espíritu, como una especie de “destilación” del espíritu.

En el Principio nos hallamos con la Palabra o expresión creadora de la Idea, el Verbo activo del espíritu que quiere manifestarse y que, al expresarse genera los fenómenos mismos que se manifiestan como naturaleza. En ella están presentes los arquetipos creadores o ideas activas, los Universales-en-las-cosas, tal como los definen Aristóteles y Tomás de Aquino, por ejemplo. Ello equivale a decir que, en toda la naturaleza, en sus manifestaciones, sus ritmos, sus fases madurativas, detrás de cada fenómeno existe un plan de construcción, intenciones, sentido y significado, es decir, espíritu.

Ahora bien, la manera en cómo el espíritu produce las manifestaciones de lo natural y cómo se sitúa en ellas y frente a ellas, depende del reino al que pertenezcan: ya sea el humano, el animal, el vegetal o el mineral.

Tal como expone Rudolf Steiner en su Filosofía de la Libertad, la realidad en sí misma está constituida por el fenómeno y la idea que lo subyace, aunque nosotros la captemos separadamente: por la percepción sensorial y por la intuición del concepto respectivamente, y que luego nosotros intentamos reunir con mayor o menor fortuna. Ese doble aspecto de lo real lo expone él mismo en sus Introducciones a las Obras Científicas de Goethe con la siguiente frase:

“El tomar conciencia de la Idea en la realidad es la verdadera comunión del ser humano”