El dibujo en la pizarra

La pizarra, como un mero medio de exponer o de ilustrar aspectos de lo enseñado, en muchos casos hace la función de tablón de indicaciones, tareas, ejercicios, etc. Pero en las escuelas Waldorf, además de esas funciones y otras, la pizarra cumple una función estimuladora en el ánimo del niño, y no olvidemos que en la mayoría de los casos lo que hay en la pizarra se convierte literalmente en un trasfondo que el niño percibe durante toda su estancia en el aula.
Cuando el maestro dibuja algo en la pizarra, y sobre todo siguiendo ciertas indicaciones metodológicas, está despertando en el niño un interés, sensibilidad e impulso a la acción en lo artístico, que son esenciales en el aprendizaje de todas las materias, pues la imagen es la base de la verdadera asimilación del conocimiento en los niños en su edad escolar.
El niño no aprende con la cabeza, sino con el corazón y con la acción, y si estos últimos se han activado, lo que se enseñó madura de tal manera que, en su momento, emerge desde su interior como conocimiento autodescubierto. Esos conocimientos son entonces un verdadero patrimonio que impregna toda la personalidad, le da alas y la hace creativa, y no son un fardo pesado de pura información que conviene olvidar tan pronto como hayan pasado los exámenes preceptivos.
En base a numerosos ejemplos ilustrados, Margrit Jünemann nos introduce a puntos de vista pedagógicos y artísticos para los dibujos en la pizarra. Sus indicaciones pueden tomarse como un camino metodológico que pueda llevarnos a una conformación artística soberana de nuestros dibujos en la pizarra