“Dos cosas colman mi ánimo con creciente asombro y respeto renovado, cuanto más reflexiono en ellas: el cielo estrellado por encima nuestro, y la ley moral en mi interior. Las veo frente a mí y las asocio directamente con la conciencia de mi existir.”
Esta frase del gran filósofo germano Immanuel Kant corresponde a una experiencia profunda en lo más hondo del alma humana, que no suele emerger a nuestra conciencia. No es una mera efusión poética, sino una realidad mucho más exacta de lo que nos atreveríamos a imaginar.
Cuando hablamos de algún ser querido que nos falleció, solemos decir frases como “se fue al cielo”, o “nos veremos en las estrellas” cuando nos despedimos de un amigo que sabemos que no volveremos a ver… ¿Son estas meras expresiones poéticas, dulcificantes para aliviar el enigma y el dolor de la muerte?
Hoy hay una verdadera obsesión, insuflada por los medios de comunicación, de los viajes espaciales, más bien impelidos porque no acabamos de hallar sentido a la limitación a la que nos somete el actual paradigma materialista que intenta e intentará imponerse por todos los medios. Y por el intencionado afán de distraer nuestra atención, apartándola así de las manipulaciones macroeconómicas y de dominación de quienes quieren crear un nuevo orden mundial utilizándonos como dóciles peones del mismo, debidamente (des)informados.
Una vez que hemos dejado de refugiarnos en la religión, la ciencia ficción, en un valiente intento de romper las barreras en las que nos enclaustra el paradigma de nuestro boom científico, ha incursionado en diferentes maneras de ver el mundo imaginando escenarios posibles, generando preguntas e inquietudes que nos hacen despertar y romper algunas barreras. Pero en la mayoría de los casos esa ciencia ficción está prisionera del paradigma materialista, y por ello mismo muchas de sus obras desembocan más en distopías que en utopías, porque en definitiva es a eso a lo que nos conduce finalmente el materialismo.
Incluso ese relato de ciencia ficción, de manos de magníficos y renombrados escritores del género, se utiliza para desmantelar cualquier contenido de índole espiritual que nos haya legado la tradición y sus escrituras sagradas, interpretándolo en clave extraterrestre, lo que es claramente producto de no entender ese contenido espiritual; llevados por nuestra moderna arrogancia que nos hace creer que “hemos superado esa pueril creencia en los espíritus” que tenían los «pobrecitos» antiguos.
Normalmente ese viaje a las estrellas se plantea de una manera muy romántica, como una vía de escape a la estrechez de nuestras condiciones sociales, caminos sin salida y situaciones críticas de las que somos todos responsables en mayor o menor medida, cuando no nos refugiamos en la religión.
Pero no olvidemos que no hay nada material que no contenga subyacente algo espiritual, algo que lo crea, lo mantiene y le da sentido. Por los actuales medios académicos y de comunicación se nos ofrecen portentosas imágenes del universo que nos dejan asombrados por su magnificencia y belleza. Pero…
¿se nos ha ocurrido pensar que el universo que admiramos a nuestro alrededor no sólo tiene una faceta material? ¿Cómo veríamos el mundo del espacio si no lo viéramos únicamente con los ojos físico-materiales, sino también con los ojos ya despiertos del espíritu?
Es lo que la ciencia espiritual nos ofrece y nos describe. Es justamente lo que justifica la mencionada frase de Kant, dándole todo su sentido, veracidad y profundidad.
Las conferencias presentes en este título nos ofrecen un pequeño vislumbre de ello.