Reyes y Profetas

En este tercer tomo de la monumental obra de Emil Bock, entramos en un ámbito histórico que, lejos de estar circunscrito a la mera historia del pueblo hebreo, lo que le sucede a dicho pueblo reaparece en su enorme significado para la historia de la humanidad entera y para la evolución de la conciencia que nos incumbe a todos.

Uno descubre los trasfondos de hechos históricos que podrían parecer residuales, sólo interesantes para los libros de historia…

Cuando el pueblo de Israel quiere asemejarse a los pueblos de su entorno reclama tener un rey y lo instituye. Desde entonces Israel es un pueblo, digamos, “como los demás”. Entonces ¿para qué darle más importancia que sus pueblos contemporáneos? ¿Qué es lo que lo hace tan distinto? ¿Lo es? ¿En qué sentido?

En los tres primeros reyes podemos ver un arquetipo de tres actitudes del poder frente a los designios divinos o del destino dirigido por lo espiritual. El presente escrito, de hecho, sitúa la historia del pueblo israelita en el contexto mundial. Y su valor arquetípico para los entresijos de la evolución humana.

Lo que le pasa al pueblo hebreo es como un paradigma, el ensayo colectivo de lo que más tarde ha de pasarle al yo humano individual en el desarrollo de su yo terrenal y de una nueva espiritualidad que no es ni debe ser heredera del brillante pasado espiritual de pueblos y civilizaciones, sino que ha de provenir del futuro, como reclama el desarrollo del Alma Consciente. … El primer paso se realiza en un pueblo… en ese pueblo donde en su momento encarnó el Ungido, el YO SOY cósmico que nos abre paso y señala el camino hacia el desarrollo del yo soy individual por encima de los lazos sanguíneos y nacionales; del yo humano como fuente de fecundación y redención para la Tierra, y como semilla de la Décima Jerarquía.